Una mirada diferente
Aceptar el miedo es abrir la puerta a una fuerza más profunda.
Desde la infancia y a lo largo de la vida, el miedo se presenta como una emoción incómoda, una señal que se nos enseña a evitar o controlar. En el contexto del parto, esta percepción se amplifica: históricamente, el miedo ha sido asociado con la falta de control, el riesgo y el peligro. La medicalización del parto, con sus protocolos estrictos y el énfasis en la seguridad física, ha contribuido a que muchas mujeres vean el miedo como un enemigo que hay que suprimir para que “todo salga bien”.
Además, la sociedad suele idealizar el parto como un momento heroico donde la valentía es la protagonista, y la expresión de miedo puede ser interpretada como una debilidad. Esta narrativa genera presión y silencio, dejando a muchas madres sin el espacio para expresar sus emociones reales.
El hipnoparto introduce un paradigma diferente: el miedo no se combate, se acoge. En palabras de Carmen Moreno, autora de Hipnoparto: preparación para un parto positivo, el miedo es un mensajero que, bien escuchado, puede convertirse en una herramienta de autoconocimiento y autocuidado.
Este enfoque reconoce que el parto es un proceso profundamente emocional y fisiológico, donde las emociones como el miedo, la ansiedad o la incertidumbre son parte natural del recorrido. En vez de luchar contra ellas, el hipnoparto ofrece técnicas para gestionarlas: respiración consciente, visualizaciones, afirmaciones y meditación, que permiten transformar la experiencia en un acto de presencia y confianza.
Así, el miedo deja de ser un obstáculo y se convierte en una señal que nos invita a cuidar nuestro cuerpo y mente, y a crear un entorno que nos sostenga.
El miedo en el parto activa el sistema nervioso simpático, también conocido como el sistema de alerta o “lucha o huida”. Cuando esto ocurre, el cuerpo libera adrenalina y cortisol, hormonas que preparan al organismo para responder a una amenaza percibida. Sin embargo, este estado de alerta puede interferir con la producción de oxitocina, la hormona responsable de las contracciones uterinas y del vínculo afectivo, y con la relajación muscular necesaria para un parto fluido.
Michel Odent, pionero en el estudio de la fisiología del parto, explica que el miedo y la tensión generan un círculo vicioso: el miedo provoca tensión, y la tensión aumenta el miedo, dificultando el progreso del parto y aumentando la sensación de dolor (Odent, 2001). Por eso, mantener un estado de calma y seguridad es fundamental para favorecer un proceso natural y armonioso.
Más allá de su impacto fisiológico, el miedo es un lenguaje del cuerpo y la mente que comunica necesidades profundas. Cuando aparece durante el parto, puede estar señalando una falta de seguridad, incertidumbre, miedo a lo desconocido o a la pérdida de control. Es una señal que nos invita a detenernos y atender qué es lo que el cuerpo está pidiendo: ¿más apoyo? ¿más información? ¿un entorno más tranquilo?
La psicología perinatal nos recuerda que estas emociones no surgen en un vacío: suelen estar relacionadas con experiencias previas, creencias personales o sociales, y con el contexto en el que se desarrolla el parto (Gutman, 2004). Escuchar el miedo es, por tanto, abrir un espacio para validar estas sensaciones y trabajar con ellas desde la compasión y la presencia.
Un error común sobre el hipnoparto es creer que se trata de parir sin emociones intensas, “zen” todo el tiempo, sin miedo ni dolor. Esta idea no solo es irreal, sino que puede generar frustración y culpa en quienes lo practican. El hipnoparto no busca eliminar las emociones, sino ofrecer herramientas para acompañarlas con presencia y sin juicio.
Tal como señala Carmen Moreno, el hipnoparto facilita que la mujer pueda sentir lo que realmente sucede en su cuerpo y mente, y que lo transite con calma y autocontrol, no con supresión o negación (Moreno, 2019).
El hipnoparto proporciona recursos concretos para que cada mujer pueda gestionar sus emociones durante el parto, reconociendo que sentir miedo, ansiedad o incertidumbre es parte natural del proceso. Estas herramientas permiten que el miedo no paralice, sino que se integre como parte de la experiencia.
Entre las más utilizadas están:
Respiración consciente: Técnica fundamental para calmar el sistema nervioso y promover la relajación muscular. La respiración profunda y rítmica ayuda a disminuir la respuesta de alerta y a aumentar la oxitocina.
Visualizaciones: Imágenes mentales positivas que conectan con sensaciones de calma, seguridad y confianza. Pueden ser paisajes, escenas o símbolos que la mujer asocia con bienestar.
Afirmaciones: Frases breves y potentes que ayudan a reprogramar pensamientos negativos o ansiosos. Ejemplos pueden ser “Estoy segura y fuerte” o “Confío en mi cuerpo”.
Anclajes: Técnicas tomadas de la programación neurolingüística que vinculan una palabra, gesto o imagen con un estado emocional positivo que se puede activar en el momento de necesidad.
Estas prácticas no suprimen el miedo, sino que lo convierten en un compañero que se puede escuchar y manejar con respeto.
El parto es mucho más que un proceso físico: es un momento en el que se activan emociones profundas que muchas veces llevan tiempo gestándose. Las ansiedades, miedos o expectativas no suelen surgir “de la nada” ese día, sino que tienen raíces en experiencias pasadas, historias familiares, vivencias personales e incluso heridas emocionales que permanecen latentes.
Laura Gutman, en La maternidad y el encuentro con la propia sombra, explica cómo el parto puede abrir puertas internas, mostrando aspectos de nuestra sombra que necesitan ser reconocidos y abrazados para poder integrarse.
El entorno donde se desarrolla el parto juega un papel decisivo en cómo se viven estas emociones. Un espacio respetuoso, cálido y seguro puede contener y sostener, facilitando que la mujer se sienta acompañada y protegida. Esto ayuda a que el cuerpo produzca oxitocina y se relaje, promoviendo un parto fluido y consciente.
Por el contrario, un entorno frío, impersonal o tenso puede aumentar la sensación de amenaza, intensificando el miedo y la tensión, y dificultando el progreso natural del parto. Michel Odent ha señalado que el entorno neurohormonal es clave para el éxito del parto, y que el respeto y la calma influyen directamente en la fisiología del proceso (Odent, 2001).
“Parimos como vivimos. Y vivimos como nos sentimos miradas.”
Sentirse segura no es solo una cuestión física, sino también emocional y social. El acompañamiento emocional respetuoso, la comunicación clara y la empatía son ingredientes fundamentales para que la mujer pueda confiar en sí misma y en el proceso.
El hipnoparto trabaja no solo con la madre, sino también con el entorno: parejas, doulas, profesionales, para crear una red que sostenga y potencie la experiencia. Porque cuando la mujer se siente segura y acompañada, su cuerpo y su mente pueden entregarse al parto con mayor serenidad y presencia.
Imagina a Laura, una mujer primeriza que llega al hospital rodeada de un ambiente frío, luces brillantes y personal apresurado. Aunque está preparada con hipnoparto, la sensación de falta de control y la ausencia de un espacio acogedor aumentan su ansiedad. El miedo se intensifica y su cuerpo responde con tensión, ralentizando las contracciones.
En cambio, si Laura hubiese dado a luz en un entorno donde se prioriza la calma: luces tenues, música suave, apoyo constante de su pareja y una doula que la acompaña con palabras tranquilizadoras, la experiencia emocional cambia radicalmente. Se siente segura y sostenida, lo que le permite conectar con sus sensaciones, confiar en su cuerpo y dejarse llevar por el proceso.
Este ejemplo muestra cómo el entorno puede ser un aliado o un obstáculo en el parto, influyendo directamente en la gestión del miedo y en la calidad de la experiencia.
El miedo en el parto no es un enemigo a derrotar ni una señal de debilidad. Es una emoción legítima y valiosa que forma parte del camino de muchas mujeres. Parir con miedo no resta fuerza ni valor a la experiencia; más bien, reconocerlo, aceptarlo y acompañarlo puede hacer que la mujer se conecte más profundamente consigo misma y con su proceso de transformación.
La validación emocional es un pilar fundamental en el acompañamiento perinatal. No se trata de esconder ni minimizar el miedo, sino de acogerlo con respeto y sin juicios. Cuando una mujer siente que su miedo es escuchado y comprendido, se abre un espacio de seguridad que le permite procesar esas emociones desde la calma y la confianza. Esta aceptación es el primer paso para transformar el miedo en una fuerza que impulsa el parto.
“La presencia consciente —ya sea de la mujer consigo misma, de la pareja, de la doula o del equipo sanitario— actúa como un ancla que sostiene en momentos de vulnerabilidad. Estar presentes y atentos, sin intentar controlar ni juzgar, genera un entorno propicio para que el cuerpo libere oxitocina, la hormona clave que favorece las contracciones, el vínculo afectivo y la sensación de bienestar. La presencia no es solo física, sino también emocional y energética: un abrazo silencioso que invita a confiar y soltar.”
Invitación a confiar en el cuerpo, la mente y el acompañamiento
Finalmente, el hipnoparto nos invita a confiar: en el cuerpo sabio que conoce el camino, en la mente que puede aprender a gestionar las emociones y en el acompañamiento consciente que sostiene y potencia la experiencia. Parir con miedo no significa parir con debilidad, sino con una fuerza profunda que nace del respeto, la escucha y la conexión auténtica.
Este proceso, lejos de ser un obstáculo, es un acto de valentía y autoconocimiento. Y es esa fuerza la que permite a la mujer vivir un parto consciente, respetado y empoderador, donde el miedo se transforma en compañía fiel y aliada.